martes, 25 de agosto de 2015

Permítame la palabra…

Luego de un extenso lapso acogiéndose a tan obstinado silencio que pudo temerse al hombre sufriendo serios problemas fonéticos y en manos de un otorrinolaringólogo, Eyzaguirre sacó la voz. Lo ha hecho con énfasis, dando así claras pruebas de que su garganta se mantiene intacta, pero además en su estilo, ofreciendo a la pasada testimonio de que su arrogancia sigue impertérrita. Ha sido contundente, apodíctico, elíptico y sarcástico. De ese modo fue como el lunes, a guisa de puntapié inicial del segundo tiempo de sus talentos orales, reestrenó la caravana del buen humor puesta de moda -para vocerías Gubernamentales oficiales u oficiosas- en los remotos tiempos de Vidal, rey indiscutido de la jarana político-comunicacional. En eso don Nico falló. No hubo nada de divertido en su comentario acerca de la eventual cesantía de guionistas de TV desplazados por sultanes y turbantes importados de Turquía; tampoco resulta gracioso decirnos que la crisis política deriva sólo de las invenciones de dichos profesionales sin pega. Hay que tener cuidado con el sentido del humor. Heinrich Böll, quien escribió una novela protagonizada por un payaso, dice en alguna parte que prueba irrefutable de decadencia en ese oficio es que el tony se ría de sus propios chistes.

O quizás haya humor después de todo en eso de metaforizar las cosas culpando del clima político a un alarde fantasioso de escritores sin trabajo. Humor negro en todo caso, uno en el sórdido estilo del Guasón fastidiando a Batman en cada película. No deja de haber retorcida comicidad en que el Ministro de un Gobierno sumido desde su inauguración en la atmósfera de virtualidad e irrealidad de una ideología con tufo sesentero, venga y adjudique esa cualidad fantasmagórica a la única cosa real que manifiesta abundantemente su mandato hasta la fecha, a saber, el fracaso y/o la confusión. No hay tal cosa nos dice el Ministro, no hay conflicto, no hay divisiones, no hay desaliento, no hay angustia, no hay duplas ni hay resignación ni menos renunciación; todo eso es un guión perpetrado por gacetilleros sin trabajo. Para refrendar tan sabias palabras, un par de días después la Presidente Bachelet decretó que los conflictos son de hechura artificial. Hemos sido notificados: todo problema o conflicto es obra del locuaz fascismo internacional.

Fiat lux…

En el principio Nuestro Señor dijo “hágase la luz” y en el comienzo la NM dijo “cúmplase el programa”, pero sólo hasta ese punto hay algún parecido entre ambas gestiones; mientras Nuestro Señor cumplió y de su Verbo nació no sólo la luz sino las aguas, el aire, los pájaros y nosotros, todas cosas tangibles, la NM se ha quedado en el “hágase el programa” sin que de dichas palabras surja nada digno de nota. La palabra es un don de doble filo de la izquierda, la cual nace y crece con la queja, que es una palabra, para luego sostenerse con discursos, que son demasiadas palabras. Nada de raro es entonces que termine creyendo que una realidad decepcionante surge de malas palabras pronunciadas o escritas por otros. Por eso la NM aun no ha logrado superar las tinieblas del Caos que antecede la Creación. Lo suyo es la confusión y estropicios que acompañan el andar a tientas en una habitación a oscuras.

Desaliento

Por eso el desaliento cunde tanto en el corazón mismo de La Moneda como en personas transitando en órbitas algo más lejanas, a saber, en ex miembros del Gobierno, dirigentes políticos, Congresales varios y comunicadores en otros tiempos sensibles al palmotazo en la espalda y la eventual agregaduría en Europa por servicios rendidos, pero hoy inclinados a ser díscolos y soltar algunos pinitos críticos. En todos ellos se detecta una impresionante decepción con la Presidente, sentimiento a veces acompañado de comentarios irrepetibles. Atroces preguntas recorren como sombras sus atribulados semblantes: ¿Qué hacer, adónde ir, qué remedio poner? El buque hace agua y no hay ninguno al rescate en la cercanía o siquiera lejos; tampoco existe el deseo, si dicha embarcación alternativa existiera, de abordarla. Algunos ya creen oír el cuarteto de cuerdas que acompañó al Titanic al fondo del Atlántico, pero la esperanza es lo último que se pierde. Tal vez, se dicen los potenciales náufragos, en unos meses más los misteriosos caminos de la dialéctica hegeliana harán que en medio del desastre y las tinieblas emerja la luz y resplandezca la Verdad, amén.

Mundos virtuales

Es en medio de ese ánimo de derrota y fracaso -porque no hay otras palabras para describirlo- donde prolifera la hipnótica tentación de huir de la realidad. La “última tentación” del hombre superior, decía Nietzche, es la compasión; la última tentación del político en serios problemas es el autismo. En este caso significa sumergirse en una semántica y gramática autocontenida y autorreferente microfoneada desde una burbuja que flota a gran distancia del suelo, en algunos casos también a gran distancia del país gracias a las visitas de Estado. Desde allí no sólo los problemas no se ven o sólo en versión pigmea, manejable, casi banal, sino además se desarrolla la agradable ilusión -teñida con algo de paranoia- de que basta apuntar con la lengua a presuntos culpables externos y los problemas se desvanecerán. Aquí y entonces es cuando entran a escena los ex libretistas de teleserie, los comunicadores comprados por el Gran Capital, fascistas redomados del columnismo, sediciosos a tiempo completo de la TV, complotadores de la prensa, agentes del imperialismo dados a las letras y a veces, de pasada, también las tibias criaturas de la Democracia Cristiana y sus lamentables dichos.

Existen, entonces, varios Chiles verbales. Uno de ellos responde preguntas de encuestas y expresa tal vez a un 70% o más de desafectos con el Gobierno; otro Chile semántico está habitado por los 90 a 100 mil nuevos empleados Fiscales que han sido contratados para darles un nuevo frente de lucha a los combatientes de los partidos, a lo cual se suma el stock conformado por las militancias clásicas, los dirigentes, los Congresales progres, izquierdistas de vieja cepa viviendo las glorias de la tercera edad, altos funcionarios de Gobierno, activistas de ONG políticamente correctas y comunicadores aún llenos de fe, todos quienes siguen recitando los mantras oficiales del régimen; un tercer Chile verbal es callejero y rechinante y lo habitan cohortes demográficas menores de 30 años dadas a garrapatear grafiti del tipo “40 años juntando odio” y a leer folletería delirante de origen decimonónico.

Ninguno de estos tres lenguajes tiene contacto con los otros. No hay áreas comunes, puntos de encuentro, adjetivos y sustantivos intercambiables. Tampoco vienen palabras de unidad y consuelo desde la boca de las personalidades que, aun sin claras bases de apoyo, visten y desvisten sus respectivos trajes de Superman sin pleno convencimiento de si los van a usar o no. Algunos se instalan canas artificiales para aparecer como maduros próceres de la patria y el progresismo y otros ofrecen su amor al país, pero ninguno explica en qué consistiría su oferta. Ni han dicho algo ni han pedido la palabra. Así van las cosas, con todo el mundo asomándose sólo a profundidad de periscopio. Es en el corazón de dicho escenario donde aparecen los malvados libretistas que exorcizan Eyzaguirre y su amiga la Presidente.
 
por Fernando Villegas.

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