Desde que
salió en “El Mercurio” la carta del militante DC Álvaro Covarrubias Risopatrón
titulada “¿Cuándo se Jodió la DC?” y el doctor Pedro Becker le contestó al día
siguiente una breve nota explicándole que fue cuando, después de haber apoyado
el pronunciamiento militar, se cambió a la oposición a la Junta, no sólo está
autorizado usar el vocablo coprolálico “joder” para referirse a la situación
chilena, si no aclarado cuándo la DC se jodió.
En realidad,
el que lo incorporó a literatura docta fue Vargas Llosa en “Conversación en la
Catedral”, coloquio durante el cual un joven preguntaba “cuándo se jodió el
Perú”. A partir de ahí la pregunta se tornó habitual y universal.
Yo estimo
pertinente extenderla: “¿Cuándo nos jodimos todos?”. Porque en este momento no
sólo todos lo estamos, sino porque la respuesta es perfectamente clara: cuando
el “No” ganó al “Sí” en 1988 y después, para empeorar las cosas, Aylwin ganó a
Büchi el ’89.
Pues en
1990 el país iba como avión. Había sido el primero de América Latina en superar
la crisis de la deuda (“década perdida de América Latina”), crecía a más del
10% anual, al término de la transición 1981-1990 se había establecido una
sociedad libre y democrática; el desempleo se había reducido en cinco años de
11% a 5% y, por tanto, la pobreza retrocedía velozmente (pues su principal
causa es la cesantía en las familias más pobres); había autoridad, pues se
aplicaba mano dura al terrorismo, y ni siquiera había conflicto mapuche en la
Araucanía, como que los caciques indígenas había condecorado al Presidente
Pinochet, designándolo “Gran Conductor y Guía” (“Ullmen F’ta Lonko”). Era tanta
la complacencia en la zona que fue una de las dos que no se equivocó en el
plebiscito y le dio un amplio triunfo al “Sí”.
Hoy día arde
el país en medio del segundo intento de revolución marxista, pero especialmente
arde la Araucanía, donde operan las FARC chilenas (supongo que todo el mundo
notó el acento tropical del jefe de los encapuchados supuestamente mapuches que
admitieron a la periodista Paulina de Allende-Salazar en su territorio, escindido
por la fuerza e impunemente del solar patrio).
Y no sólo
está jodido el gobierno, como es público y notorio desde que un tipo honesto y
decente como Jorge Burgos se declara enfermo y se va ante la imposibilidad de seguir
siendo ambas cosas y al mismo tiempo ser cómplice de matar a los que están por
nacer, perseguir a los carabineros por impedir que los encapuchados destruyan e
incendien, liquidar la enseñanza libre y minar la producción a través de
entregar el monopolio sindical al Partido Comunista.
Pero si todo
eso tiene jodida a la DC, también está jodida la oposición, pues también está en
manos del “No”, representado por un multimillonario sin escrúpulos, cuya única
meta es cumplir su ambición de volver a la Presidencia y que tiene cooptados
(es la manera elegante de decir otra palabra) a todos los centros de poder
político y comunicacional de la derecha, con la posible y única salvedad de
este blog (aunque mis detractores, que son muchos, sostienen que eso se debe
sólo a que no he recibido una oferta que no pueda rechazar).
Perdónenme,
pero no puedo sino pensar así cuando veo que Sebastián Piñera es uno de los
presentadores de un libro editado por la Fundación Jaime Guzmán. ¿Qué diría
Jaime Guzmán? No puedo sino recordar cuando me llamó por teléfono en 1989 para
insistirme en que fuera candidato a senador por Santiago Oriente para derrotar
a Piñera, porque veía en él al peor cuchillo cercenador del legado del Gobierno
Militar, como efectivamente lo ha sido desde que yo no pude cumplir la misión que
me encomendó Guzmán.
Piñera tiene
una táctica muy eficaz para enfrentar a sus adversarios y también a los
que no
lo son, pero no se le han plegado suficientemente: los “coopta”.
Recuerdo precisamente un caso
de 1989, cuando “Fortín Mapocho”, un diario de furibunda oposición al
gobierno
de Pinochet (ahora dicen que entonces, bajo “la dictadura”, que no era
tal,
pues había sido elegida en 1980, no había libertad de prensa ni
periódicos
opositores, pero esto tampoco es verdad) desplegó un titular a seis
columnas en
primera página denunciando el escándalo de las actuaciones de Piñera
como
gerente del Banco de Talca a comienzos de los ’80, que generó su
procesamiento
por la justicia. El ataque amenazaba seguir y todos esperábamos un
contraataque o querella de Piñera, pero no hubo nada de eso, sino la
amplia información en el propio “Fortín
Mapocho” sobre un asado que el candidato ofreció en su hogar al director
y
periodistas del diario, en un clima de cordial amistad que implicó el
término
de las denuncias sobre el Banco de Talca.
En este
momento la oposición toda está “cooptada”. Los medios lo están y me pregunto si
también la justicia, porque veo el ensañamiento de unos y otros con, por
ejemplo, Jaime Orpis, por haber recibido recursos de empresas para financiar
sus gastos electorales mediante facturas y boletas “ideológicamente falsas”, y
el más completo silencio sobre Piñera, que recibió más del doble que Orpis por
los mismos medios. Se hace escándalo porque Orpis habría pagado gastos
particulares con ese financiamiento y nada se dice de la evidencia de que
Piñera hizo lo mismo al pagar con fondos de SQM y Aguas Andinas bonos de
desempeño a ejecutivos de una empresa suya (Chilevisión). Con la diferencia de que Orpis
debió renunciar a la UDI, mientras en la misma UDI algunos sostienen que Piñera
debe ser su candidato “y lo demás es música”. Yo nunca había visto medir a la
gente con tan distintas varas.
En fin, veamos: ¿está realmente jodida la DC? Por supuesto. Yo no sé, ni ella misma sabe, qué va a hacer para
cumplir la misión imposible de seguir gobernando con los comunistas. ¿Cómo lo
va a hacer Mario Fernández, un “conservador valórico”? No lo sé y me temo que
él tampoco. Es una buena persona y le tengo aprecio, pero creo que cedió a la tentación
de estar en primer plano. Me hizo recordar la frase de Arturo Fontaine Aldunate,
que cuando era director de “El Mercurio” una vez me dijo: “Nunca he conocido a
nadie que no quisiera ser ministro, ni nunca he conocido a ningún ministro que
se hubiera ido queriendo realmente irse”.
Y así
estamos, condenados al “No”, es decir, mal. Entre la Nueva Mayoría, que ya no
es mayoría, y la oposición cooptada por Piñera, que no es oposición (a quien
crea que lo es, que lea su discurso en el 80° aniversario de “La Segunda”, en
2011, condenando la “escandalosa desigualdad” que hay en Chile, en los mismos
términos en que lo hace Bachelet. 2.0 y que lo llevó a hacer un gobierno
similar al de Bachelet 1.0, el V de la Concertación y bajo las banderas de ésta).
Respondo entonces,
finalmente, la pregunta inicial: ¿Cuándo nos jodimos todos? Cuando en 1990 el
país quedó para siempre en manos del “No”, y después, en 2009, cuando la oposición
también quedó, y hasta hoy, también en manos del “No”.